lunes, 15 de enero de 2007

The Meaning of Redemption and the Redemption of Meanings

El pasado día 13 del presente mes, se nos adelantó una gran persona. Una persona en verdad increíble. Una fuente de conocimientos. El señor Arrigo Cohen, Don Arrigo, como era popularmente conocido. El señor, además de periodista, fue un gran filólogo. Pero en verdad llevaba su profesión más allá. Más que filólogo era un apasionado del español y prácticamente una enciclopedia viviente, pero con la diferencia de que podía decirte la etimología de cualquier palabra, como si fuera una anécdota, como su fuera una historia, un cuento. Sus definiciones cobraban vida y te permitían recordarlas fácilmente. Era prácticamente imposible no aprender algo al escucharlo. En lo personal yo lo admiraba mucho. Escuchándolo, fue que renació en mí el interés por mi propia lengua, hace algunos años. Desafortunadamente, desde hace 2 años y medio, dejé de escucharlo por motivo de mis clases, aunque siempre tuve la intención de escucharlo y preguntarle alguna de mis tantas dudas sobre la lengua, en algún día libre que yo tuviese. Siempre supe que él las respondería, aunque la desidia y la desorganización me impidieron hacerlo. Me temo que ya no lo podré hacer más (Moraleja niños: procuren nunca dejar las cosas para después). A pesar de todo, su recuerdo y su ejemplo vivirán por siempre en la memoria de todos los que lo conocimos y tuvimos la dicha de escuchar sus apasionadas explicaciones e inolvidables ejemplos. Y creo que el mensaje más importante que nos dejó fue la eterna reflexión que debemos hacer sobre nuestro idioma. Nunca debemos conformarnos y debemos seguir aprendiéndolo y mejorando el manejo de esta hermosa lengua. Para mí, esta es la redención de los significados que él tanto promovió: un aprendizaje continuo a partir de algo tan interesante como lo es la etimología de nuestras palabras.. Después de todo, es por nuestro propio bien ¿no creen? Al final, cada quien encontrará el significado de su propia redención, a través del conocimiento. Descanse en paz, Don Arrigo.

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