Hay que saber buscar y apreciar lo que se tiene o se puede tener. ¿Porqué será que los humanos no nos gusta estar conformes con lo que tenemos? Bueno, si he de ser sincero, después de mi viaje por el sureste extrañaba enormemente estar viajando, conociendo nuevos lugares y pasear rodeado de cosas interesantes. En cierta forma es algo normal al regresar de un buen viaje ¿no? Así que caminaba con cierto desgano a almorzar una rica pancita el día de ayer cuando al llegar me llevé la desagradable sorpresa de que el sitio estaba cerrado por vacaciones. ¡Qué mala suerte! No sólo estaba en la ciudad sino que encima no iba a almorzar lo que quería. ¿Qué hacer? A pesar de estar cerca de mi casa, no era mi intensión volver, en cierta forma era frustrante regresar con las manos vacías. Me quedé unos instantes parado "mmmmh, Este era el camino a mi escuela primaria" pensé un tanto sorprendido por no haberlo notado antes. Al recordar ese hecho, vinieron a mi memoria los ricos almuerzos del mercado público que estaba cerca de mi ex-escuela. "¡Eso es!", así que comencé a caminar en esa dirección. No pasó mucho tiempo para que comenzara a reconocer las calles. El ambiente comenzaba a ser familiar, pero no con una familiaridad reciente, sino más bien con aquella familiaridad nostálgica de imágenes que comienzas a reconocer sin que supieras que aún las recordabas. La primera sorpresa nostálgica del día fue toparme casi accidentalmente con una calle cerrada que reconocí tras unos instantes. Al proseguir me encontré lo que ya sospechaba: La escuela primaria Héroes de 1856-1857. Al acaecer el terremoto de 1985, mi primaria necesitaba reforzarse, por lo que toda la población de mi escuela fue mudada temporalmente en esta gran escuela, la "Héroes". Pasé sólo unos meses en ella, pero verla nuevamente me trajo muchísimos recuerdos. No me detuve mucho, a final de cuentas la escuela estaba cerrrada y mi destino era otro. La nostalgia seguía incrementándose al reconocer cada vez más los alrededores de la estación del metro "Constituyentes". Hay ciertas colonias que tienen un cierto ambiente que las caracteriza y éstas son unas de ellas. No sé si sea la cercanía de Chapultepec, de las instalaciones militares o de las grandes vías rápidas como Viaducto, Periférico o la misma Av. de los Constituyentes que aquí están muy cerca entre sí, o tal vez es el conjunto de todo esto, pero el ambiente en estos rumbos es diferente, se siente diferente. O tal vez sean sólo mis recuerdos infantiles lo que le dan ese matiz. Lo que haya sido continuó su efecto nostálgico al llegar al mercado. ¡Tantas veces pasé por ahí al salir de la escuela! Y ahora lo veía igual, sin cambios. Como si no hubieran pasado ya dos décadas. El puesto de revistas, donde me volví coleccionista =) , el mercado donde cambiaba estampitas, las gorditas que sólo ahí podía comer y que volví a degustar. Todo era casi como reencontrarme con un viejo amigo , pero a la vez como si lo conociera todo por primera vez porque ya ha pasado mucho tiempo! Dudé, pero al salir de ahí no pude evitar pasar por la escuela, mi primaria. No podía creerlo ¡Es tan pequeña! Recuerdo que me parecía enorme. Los pequeños escalones de la entrada que ví no tienen nada que ver con los inmensos obstáculos que tenía que escalar para entrar a la escuela ¡Sí que ha pasado mucho! Me fuí de ahí con cierta tristeza no de aterrizar mis memorias, sino más bien de verla un tanto despintada, un poco avejentada, bastante sola y un mucho descuidada. No debería ser así, pero sé muy bien que esas cosas pasan, nos guste o no. Seguí caminando y encontré otras dos escuelas que también me marcaron breve pero decididamente, las dos escuelas llamadas "El Pípila". Dos escuelas juntas que comparten el mismo nombre (nunca supe porqué y creo que nunca lo sabré =) ). Alguna vez concursé en sus instalaciones. Recuerdo que el viaje hacia ellas se me hizo muy, muy largo. Sobra decir que ahora ya no lo pareció tanto. Sin darme cuenta, había realizado un viaje muy especial, uno que a lo mejor para muchos es bastante cotidiano, pero que en ese momento, me recordó que aún las cosas más pequeñas en la vida, las más cotidianas, las más terrenales, como una calle, un mercado, una escuela, o algo tan simple como seguir una ruta que no has seguido en veinte años, pueden hacerte sentir un calorcito muy agradable en estos días tan fríos de invierno capitalino, pueden sacarte varias sonrisas de la nada, pueden hacerte reflexionar sobre mil y un cosas y sobre todo, pueden aleccionarte sobre lo ciegos que podemos ser: Yo añoraba viajar, pasear, ver sitios interesantes, cuando lo único que tenía que hacer era decidirme a salir de casa, abrir los ojos y descubrir aquellas cosas que están escondidas...a simple vista.